¿Eres Tú el que ha de venir?
Lucas 7:18–23 (NBLA)
18 Entonces los discípulos de Juan le informaron de todas estas cosas. 19 Y llamando Juan a dos de sus discípulos, los envió a preguntar al Señor: «¿Eres Tú el que ha de venir, o esperamos a otro?» 20 Cuando los hombres llegaron a Él, dijeron: «Juan el Bautista nos ha enviado para que te preguntáramos: “¿Eres Tú el que ha de venir, o esperamos a otro?”». 21 En esa misma hora curó a muchos de enfermedades, aflicciones y malos espíritus, y a muchos ciegos les dio la vista. 22 Entonces Él les respondió: «Vayan y cuenten a Juan lo que han visto y oído: los CIEGOS RECIBEN LA VISTA, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los POBRES SE LES ANUNCIA EL EVANGELIO. 23 »Y bienaventurado es el que no se escandaliza de Mí».
Juan el Bautista fue un hombre elegido por Dios. Fue llamado a ser la voz que clama en el desierto que prepara el camino del Señor (Lucas 3:4). Bautizó a Jesús y fue testigo de ver los cielos abiertos cuando una voz del cielo dijo: “... este es mi Hijo amado, en Ti me he complacido” (Lucas 3:21). Sin embargo, estando Juan el Bautista preso, mandó a sus discípulos a preguntarle si Jesús es el que había de venir o esperaban a otro.
Es una pregunta que viene de un hombre que fue testigo de grandes milagros durante el tiempo de Jesús. Sin embargo, es una pregunta que aún se hace hoy: ¿Será Jesús el Mesías? ¿Será el que esperamos? ¿Será el Hijo de Dios este hombre que vivió hace más de 2000 años?
Cuando miramos de cerca el capítulo 7 del Evangelio de San Lucas, podemos hacer dos observaciones: la duda de un seguidor de Jesús y la seguridad de Jesús como el Mesías en su respuesta.
Primera observación: la duda de Juan el Bautista. Esto ocurre cuando Juan estaba en prisión, quizás muy cerca de enfrentar su ejecución de muerte dictada por Herodes el tetrarca y en el punto más débil emocionalmente de su vida. Lo sorprendente para los lectores de este pasaje es cómo un hombre elegido por Dios y testigo de Jesús puede ahora, en su momento más difícil, estar dudando de Él. Como si todo lo que había visto y testificado fuera incierto y necesitaba la confirmación de Jesús.
Pero este sentir no es lejano para el cristiano, quien es seguidor de Cristo. Porque durante esta vida terrenal enfrenta circunstancias que a veces le hacen preguntar: “¿Realmente es Jesús quien dice ser?”. Cuando enfrenta la adversidad de la enfermedad, la pérdida de un familiar, la violencia, la persecución, el diagnóstico de una enfermedad fatal o la muerte misma, como Juan el Bautista. Es humano y natural sentirse así, pero es en ese mismo momento que Jesús da esperanza.
Segunda observación: a los seguidores de Juan el Bautista Jesús les dijo: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los muertos son resucitados”, citando Isaías 35:5, y diciendo: “a los pobres se les anuncia el evangelio”, citando Isaías 61:1. Jesús no solo estaba haciendo todos estos milagros, sino confirmando con los discípulos de Juan que Él era el que había de venir conforme a las Escrituras y profecías. La Biblia no nos dice después cómo recibió Juan esta respuesta, pero no necesitamos saberlo, ya que lo dicho por Jesús nos da la conformidad que necesitamos. Él es el Mesías que estábamos esperando.
En el momento de nuestras dudas podemos estar confiados en que Jesús sigue siendo el Mesías esperado por todos. Es el Cristo que vino a salvar a pecadores y darnos la salvación de la vida eterna por gracia y fe que vienen solo de Dios. Es el que murió y resucitó al tercer día y quien tiene todo dominio y autoridad sobre todo. Él es Dios encarnado, el Verbo hecho carne.